Un día para olvidar
La sensación que tenía desde el miércoles pasado es que ese partido en Glasgow tuvo que ser el último encuentro del Espanyol y que no se hubiese tenido que jugar encuentros oficiales. Hubiera sido ideal, aunque fallara ese principio de "la venganza del partido siguiente tras la derrota, pues hubiese permitido encauzar los pensamientos en beneficio del club. Pero no podía ser. Tras Glasgow aún quedaban jornadas de liga y ayer se vivió, en parte, lo que podría ser un ejemplo de lo que nos puede esperar: falta de motivación.
Sin embargo, sería injusto criticar lo de ayer. Quizás la próxima semana ante el Huelva o ante el Barcelona sea diferente pues el equipo está herido en su amor propio- lo de ayer no ayudó precisamente -pero también será cierto que dispondrá de una semana en caso del equipo andaluz y dos más para enfrentarse al Barcelona. Esa será la mejor ocasión para que el cuerpo técnico y jugadores puedan quitarnos el mal gusto del partidazo de Glasgow y la penosa digestión de ayer.
El equipo ha mostrado su faceta irregular: ha sido capaz de darnos las mayores alegrías-la mayoría en la competición europea- pero también varapalos como el de ayer, Tarragona o el día del Rayo-no en el sentido de un marcador amplio sino del psicólógico de tirar la copa a las primeras de cambio-.
Este Espanyol tiene doble cara, ya veremos la que nos muestran en estos dos desplazamientos.
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